El proyecto, propuesto por anterior gobernante, Luiz Inácio Lula da Silva, y defendido por el Gobierno de Rousseff, supone la construcción de una inmensa mole de cemento que se convertirá en la tercera mayor hidroeléctrica del mundo, por detrás de Tres Gargantas (China) e Itaipú, cuya propiedad la comparten Brasil y Paraguay.
La represa de Belo Monte, cuya construcción costará unos 10.600 millones de dólares, tendrá capacidad de generar 11.233 megavatios y creará 18.700 empleos directos que, según sostienen los grupos opositores a su construcción, no serán para los habitantes de la zona, en su mayoría indígenas y agricultores dedicados al cultivo de cacao.
La ejecución del proyecto supondrá, además, inundar un área de 506 kilómetros cuadrados y desplazará a unos 50.000 indígenas y campesinos, según afirman los movimientos sociales.