Consejos para cultivar tu propia comida orgánica

Cultivar tu propia comida orgánica se convirtió en un ideal alimenticio para aquellos que decidieron no depender de la manipulación de terceros en sus dietas; pero para hacerlo es necesario comprender que una buena parte del proceso es precisamente “no hacer” muchas cosas.

Por ejemplo, los agricultores orgánicos no ocupan pesticidas, fungicidas, herbicidas o fertilizantes químicos.

El cultivo es una forma de reflejar nuestro cuidado del medio ambiente y de los alimentos que ingerimos, los cuales muchas veces sin saberlo, se ven expuestas a sustancias nocivas.

Muchos pesticidas contienen neurotoxinas, que se utilizan para matar a los insectos, pero esas mismas pequeñas dosis de venenos, son las que introducimos en nuestros cuerpos.

Para comenzar a plantar, lo mejor es realizar primero un análisis de la tierra que será utilizada para evaluar su exposición a este tipo de agentes.

Esto se debe a que una parte muy importante del cultivo es cuidar el ecosistema en el que se criarán las plantas. El cuidado del suelo es esencial para tener alimentos saludables y, a la vez, sabrosos.

Otra buena idea al ser la primera vez, es comenzar de a poco. En vez de emocionarse y plantar más de lo que se necesita, es bueno empezar con pequeñas cantidades para tomarle el ritmo con, por ejemplo, maceteros.

Los maceteros son portátiles, no se llenan de malas hierbas y te dan una buena idea de lo que te espera más adelante.

Recuerda dos puntos importantes al utilizar maceteros: no los pongas sobre concreto y pon todos los maceteros juntos, para que se entreguen sombra mutuamente.

Una vez que ya tengas el entrenamiento, puedes comenzar con algo más grande y para ello hay varios factores que te pueden facilitar el éxito de tu jardín.

Por ejemplo, prueba plantaciones mixtas que ayuden a reducir pestes. Averigua cuales alimentos crecen mejor en compañía de otros. Un caso es el de las zanahorias, que cualquiera de sus variedades compatibilizar muy bien con diversos tipos de repollo.

Además, preocupate de proteger bien tus sembradíos del viento. No sólo los cambios de temperatura pueden matarlas, sino una brisa helada podría ser letal.

Utiliza la correcta cantidad de agua e incluso mete tu dedo en la tierra y aprende a reconocer cuando está muy seco y cuando, demasiado húmedo.

Revisa por malas hierbas constantemente y si llegan a salir, arráncalas de inmediato, pues una vez instaladas, pueden volverse un problema.

Cuando creas que tus productos estén listos, pruébalos en el mismo huerto para obtener la práctica. Asegúrate de sacar cualquier alimento que esté demasiado maduro.

Por ejemplo, los tomates deben ser retirados cuando hayan cambiado de color y apenas se hagan más blandos.

Saca el brócoli cuando los pequeños botones de flor estén aún duros.

Una berenjena está madura una vez que adquiere un color muy intenso.

Las sobras utilizalas como fertilizante y mantén así el ciclo de vida de tu huerto. Si se te llegan a morir tus plantas o se las comen los insectos, no te rindas. Prueba quizás con otro tipo de producto la siguiente temporada y así irás adquiriendo experiencia y mejorando la calidad de tus comidas.

Capitan Planeta

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