Las ballenas picudas o pertenecientes a la familia de los zifios se sienten perturbadas por las ondas de sonar, advierte un estudio científico de la Universidad de St. Andrews, en Escocia.
La nueva investigación apunta a que las ballenas son particularmente sensibles a sonidos inusuales. Al someterlas a las ondas de sonar, tanto simuladas como emitidas durante ejercicios navales, los científicos hallaron que las ballenas se quedaron en silencio y se alejaron de la fuente del ruido.
Los investigadores han trabajado con expertos marinos de todo el mundo en este proyecto sobre los zifios en las islas Bahamas. Se trata de un grupo pequeño y elusivo de ballenas al que se le asocia con los posibles efectos del sonar naval en los mamíferos marinos.
Algunos especialistas expresaron su preocupación por la posible relación directa entre la muerte de esos animales y las señales de frecuencia media. El estudio, que fue publicado en la revista especializada PLoSOne, se llevó a cabo en las aguas que rodean el laboratorio del Centro Submarino de Evaluación de la Marina Estadounidense en el océano Atlántico (AUTEC, por sus siglas en inglés).
La presencia del zifio de Blainville (Mesoplodondensirostris) fue percibida por los equipos de monitoreo acústico que se usan para captar las señales emanadas de submarinos. Los investigadores escucharon a las ballenas por medio de lo que registraron los micrófonos submarinos.
En plenos ejercicios navales llevados a cabo por la Marina de Estados Unidos, las ballenas dejaron de emitir sus sonidos característicos, los cuales se cree les permiten nadar y comunicarse.
“Los resultados indican que cuando los animales, que estaban inmersos en la profundidad buscando alimentos, captaron el sonido del radar dejaron de producir vocalizaciones. Posteriormente, ascendieron con lentitud y se alejaron de la fuente del ruido. Se volvieron a sumergir en la profundidad una vez se habían alejado del área”, dijo David Moretti, investigador de la Marina de Estados Unidos.
El equipo de científicos rastreó los movimientos de los cetáceos vía satélite, gracias a que les colocaron unas etiquetas, y descubrieron que las ballenas se habían alejado hasta 16 kilómetros del área donde se produjeron las pruebas con el sonar y no regresaron en tres días.
“Es claro que estas ballenas se alejaron rápidamente del sonar naval. Creemos que, en circunstancias inusuales, muchas de ellas no encuentran una salida y terminan varadas, lo que les ocasiona la muerte”, indicó el profesor Ian Boyd, director de la investigación.