El convoy con 13 toneladas de desechos atómicos provenientes de Francia llegó esta mañana a su destino final en Gorleben, Alemania, después de realizar un complicado viaje de casi cinco días en el que se vio continuamente obligado a parar por las concentraciones de activistas antinucleares.
Tanto los ecologistas como los miles de policías que se encargaron en todo momento de despejar las masivas protestas y evitar el bloqueo de vías, estaban hoy exhaustos.
El convoy, el duodécimo desde que se propagó el uso de la energía atómica en Alemania, vivió una verdadera odisea desde que partió el viernes por la tarde de la planta francesa de La Hague.
Tuvo que cambiar varias veces su ruta por los bloqueos de activistas, algunos de los cuales se colgaron de un puente ferroviario o se encadenaron a las vías.
Las concentraciones, que llegaron a reunir hasta a 50.000 personas, según los organizadores, alcanzaron en estos días una dimensión nueva en Alemania, un país profundamente ecologista, pero que no suele salir a la calle para protestar.
Alemania tiene una larga historia de resistencia a la energía atómica que se remonta a los años 70. Los temores a los peligros que encierra este tipo de energía se vieron alimentados en 1986 con el desastre de la central nuclear ucraniana de Chernobil.