Sólo un pino sobrevivió “milagrosamente” al tsunami del 11 de marzo, que se llevó miles de vidas y arrancó miles de árboles en la estación balnearia japonesa de Rikuzentakata y, por ello, los supervivientes lo consideran como un símbolo de esperanza y reconstrucción.
Situada a 410 kilómetros al norte de Tokio, esta ciudad costera, que contaba con 70.000 pinos plantados en un arco de 2 kilómetros de longitud, es una de las que más sufrió con la ola gigante.
“Teniendo en cuenta que es el último árbol intacto, se va a convertir en el símbolo de la reconstrucción”, predice Eri Kamaishi, de 23 años, un residente local.
Todas las construcciones humanas, con excepción de una docena de edificios en hormigón, fueron arrasadas. Mil personas murieron y aproximadamente 1.300 están desaparecidas.
Los socorristas siguen aún recogiendo cuerpos en este paisaje de desolación. Las operaciones para despejar los escombros no están tan adelantadas como en otras localidades del noreste de Japón.
La magnitud de las destrucciones en Rikuzentakata es tal que, salvo ese árbol, faltan referencias para figurarse lo que era la estación balnearia antes del tsunami.
Visto de cerca, este pino de unos 10 metros de altura exhibe no obstante huellas del traumatismo: la resina se derrama por una raja en su corteza y las ramas más bajas fueron arrancadas, pero en lo alto conserva sus agujas verdes, visibles contra el cielo azul.
“Este árbol sobrevivió. Es un milagro”, confirma Tomohiro Owada, portavoz del ayuntamiento. “Una vez hayan terminado las operaciones de los socorristas, tenemos planeado conservarlo como un símbolo de nuestra reconstrucción”, añade.